Relatos de Ánimas

Relatos cortos escritos en largas noches


Ruego a la Pena

• Desperté y noté de inmediato su ausencia, vi llegar ese vacío abismal con los primeros rayos del sol.
¡Ya no estaba!.
¡Oh, despiadada Pena cumpliste tu garrafal promesa de arrancarla de mis brazos, de mi mente!. ¿No entiendes que sin ella no soy mas que un necio, que sin su presencia no paso de ser un simple mortal?. Ya no vuela mi imaginación y mis pergaminos son grotescamente arrugados por la ira de mis manos, ira provocada por una mente desierta.

-¡Devuélveme mi Musa! ¡Oh, te lo imploro malévola pena!

Ya acabaste con esta inquisición satisfecha con sus resultados y sí, lo confieso, soy culpable, átame a las cadenas mas enmohecidas de tu sucia cárcel pero no me prives de su grata compañía. ¡No lo hagas!
¡Oh, por favor, no invoques mis melancólicas súplicas!
¿Acaso no ves que mis huesos secan?
¿No ves mis ojos hundirse en el desierto campo ominoso?
¿Acaso tú que eres la Pena misma no sientes aflicción por un alma sin su Alma, sin su Musa?

Con lápiz en mano y papel mojado -mojado por lágrimas, por la sangre de mi alma- te imploro una desesperanzada chispa de tu escasa compasión, pues no en vano eres la Pena (maldigo el día en que decidí nadar en tus negocios) Devuélvemela aunque sea en un paréntesis del tiempo, en un frenazo del péndulo de aquel viejo reloj autor de mis mas portentosas fantasías.

Devuélvemela solo para escribirte un ruego, uno solo: ¡que me la dejes aquí conmigo!

González M., Dariel



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